El director general de ITG, Carlos Calvo Orosa, responde a la pregunta ¿Es necesaria una aplicacion en el móvil que nos «vigile» para contener el virus? Lo hace en la sección de opinión que cada domingo publica el diario La Voz de Galicia y que responden dos personas con puntos de vista complementarios y reconocida trayectoria en la materia elegida.
Reproducimos el texto a continuación
Ni fiabilidad, ni robustez, ni eficacia suficientes
Sabemos que la tecnología (y antes la ciencia) constituye un elemento esencial para gestionar y minimizar el impacto de pandemias presentes y/o futuras. Indiscutible, y así será. Pero si la cuestión se ciñe a si una app en nuestro móvil para el rastreo de nuestros movimientos es necesaria para actuar contra una pandemia como la COVID19, surgirán matices.
La pregunta resulta pertinente, más aún cuando en medios de comunicación generalistas de todo el mundo se ha venido ensalzando el éxito de ciertos países en la lucha contra la epidemia en base al uso generalizado de estas tecnologías, y cuando el soporte sobre el que se basaría, el smartphone, tiene tanta penetración en nuestra sociedad que haría factible un control “universal” de la población (cualquier otra alternativa tecnológica de alcance universal es inviable a corto plazo).
Probablemente, un primer impulso nos llevará a aceptar el uso de estas herramientas sin dilación. ¿Por qué no sacrificar una parte de nuestra privacidad a cambio de proporcionar información que pueda salvar vidas? Indiscutible. Por supuesto. Pero un análisis más en detalle no dejará una conclusión tan nítida.
Para determinar si una solución de este tipo es necesaria y, antes, incluso, si es posible, deberíamos preguntarnos qué capacidades reales tiene la actual tecnología móvil para aportar información precisa, y por tanto si sería realmente eficaz en la gestión de la pandemia, hasta qué grado nuestra privacidad está en juego, qué posibles riesgos personales y sistémicos entrañaría, e incluso si realmente ha funcionado en otros países.
La realidad es que, a día de hoy, la tecnología que tenemos a nuestra disposición sobre la que se podría desplegar una solución para rastreo y control de contactos y posibles contagios a través de nuestros móviles no presenta ni la fiabilidad, ni la robustez, ni la eficacia suficientes -no está diseñada para ello-, y pone en evidencia riesgos que, desde un punto de vista de la sociedad en su conjunto, podrían llegar a ser inasumibles.
Siendo improbable que a corto plazo se superen debilidades propias de esta tecnología -su precisión en términos de información y especialmente su robustez en términos de seguridad-, la eficacia de la implantación masiva de app en nuestros móviles al menos deberá ser cuestionada. Y si ahondamos en los riesgos potenciales que estas debilidades introducen en un empleo masivo, nos persuadiremos de que cualquier adopción de decisiones a este respecto deberá estar presidida por la máxima prudencia. Baste mencionar un uso indebido y perverso de información epidemiológica que estigmatice a individuos, o a territorios, o piénsese en la alta capacidad de desinformación que, en manos inadecuadas, podría poner en riesgo (esta vez sin fundamento) la totalidad del sistema económico y social que conocemos.
El debate nos sitúa de nuevo, no en la utilidad de la tecnología, sino en la utilización adecuada o no de la tecnología disponible y en los riesgos que ello podría acarrear.
Si desde posiciones individuales, reflexionando en el límite de la salud desde una UCI de cualquier hospital de Galicia, nos preguntamos: ¿habría instalado una app en mi móvil que podría haber contribuido a impedir mi contagio, aunque fuese en probabilidad mínima? La repuesta es obvia.
Así pues, parecería que estamos frente a una suerte de “zugzwang”, término utilizado en ajedrez para identificar una posición en la que cualquier movimiento que se haga, estando obligado a ello, desemboca necesariamente en una posición peor.
Carlos Calvo Orosa,
Director General de Instituto Tecnológico de Galicia (ITG)
Centro Tecnológico Nacional.