Nuestro compañero Enrique Ventas explica en un artículo para la revista Infodron las cinco razones que justifican la inversión en la creación de una zona U-space: zonas con un conjunto de servicios que permiten a los operadores de drones cumplir con todas las reglas de navegación aérea y convivir en el cielo de forma segura y automatizada con el resto de aeronaves, tanto civiles como comerciales.
Mientras que el comienzo de 2023 ha estado señalado por un chat sabelotodo que amenazó con escribir este artículo él mismo, el mundo dron ha seguido expectante ante la llegada del U-space. En mi anterior artículo, “Quién pagará el despliegue real del U-space”, mencionaba que el 26 de enero era una fecha clave en el calendario porque marcaba “el despegue” de los primeros despliegues, que no el aterrizaje. Algo más de dos meses desde aquella fecha, seguimos en modo I+D buscando la fórmula adecuada y avanzando hacia la movilidad de un futuro que se acerca, pero que aún no llega. ¿Y en qué consiste esa fórmula?
Actualmente hay cuatro grandes frentes de discusión y trabajo abiertos.
El primero de ellos es la sostenibilidad financiera. ¿Qué beneficio aportará y quién va a pagar por su despliegue y su mantenimiento? No pensemos sólo en un proveedor de servicios U-space y su factura de la luz, también hay que incluir las infraestructuras habilitadoras de ciertos servicios, como la monitorización de tráfico no colaborativo o las comunicaciones. El segundo frente es qué infraestructuras son necesarias y dónde debemos desplegarlas. Ligado al punto anterior, hablamos principalmente de vertipuertos fijos y “portátiles” como el concepto de Dron-in-a-box, y las infraestructuras de comunicaciones, navegación y vigilancia (CNS). Hará falta construir en tierra antes de ver drones en el aire. El tercer y cuarto punto no pueden darse el uno sin el otro: la certificación de los primeros proveedores y la definición de las primeras zonas U-space. Y es este último en el que nos centraremos.
¿Qué requisitos debería tener la zona perfecta?
Lo primero es definir en qué consiste. De forma sencilla, podemos definirla como aquellos volúmenes de espacio aéreo (burbujas) que tendrán unas condiciones y servicios especiales para que los drones operen de forma segura y eficiente. Entre otros elementos, habrá uno o varios proveedores de servicios U-space, y los operadores de drones, salvo algunas excepciones, tendrán que estar conectados al sistema para garantizar operaciones seguras, ya sea, por ejemplo, compartiendo su posición o recibiendo instrucciones en caso de conflictos. Seleccionar y diseñar dicha zona no va a ser tarea fácil y, entre otras acciones, habrá que desarrollar estudios de riesgo del espacio, certificar tecnologías y desplegar infraestructuras. La inversión necesaria será alta, pero los beneficios en términos de seguridad también.
Con este panorama, muchos os preguntaréis ¿por qué hacen falta estas zonas si yo ya vuelo con mis drones sin el menor problema? Y tenéis gran parte de razón. La clave es que no todos los sitios necesitan tener una zona U-space, como no todas las ciudades necesitan tener un aeropuerto. Personalmente considero que deben existir CINCO razones para justificar que se haga la inversión:
- Demanda. Esta es sin duda la principal razón, y casi podría ser la única si no me hubiera propuesto llegar a las 1000 palabras en este artículo. Es necesario que haya un número lo suficientemente alto de drones volando para que tenga sentido aplicar la capa adicional de seguridad y control que viene de la mano de U-space. Esto quiere decir que, si en una ciudad se prevé que sólo vaya a haber vuelos puntuales, sólo alguno de ellos simultáneos y en la mayoría de los casos en línea de vista, NO se necesita su despliegue. Y esta es la realidad en la mayoría de las ciudades y/o regiones a día de hoy. U-space es (será) una herramienta para la gestión del tráfico de drones, para la gestión de cómo conviven y gestionan los conflictos entre ellos. Si no hay necesidad de realizar acciones para evitar dichos conflictos o las acciones las pueden realizar los mismos pilotos con una coordinación básica, el despliegue no es necesario. Ahora bien, sí será clave en un contexto con varias docenas de drones volando simultáneamente y gran parte de ellos realizando una misión más allá de línea de vista.
- Complejidad. Si bien es cierto que a mayor demanda normalmente hay mayor complejidad, hay otros muchos factores que influyen a que un espacio aéreo tenga una complejidad elevada. Por ejemplo, no es lo mismo que las operaciones de drones se lleven a cabo en un espacio sin vuelos de aeronaves tripuladas, que en las inmediaciones de un aeropuerto. Tampoco es lo mismo que las operaciones sean encima de una zona despoblada, que encima de una ciudad. O en las inmediaciones de una zona industrial que en un Parque Natural. La complejidad jugará un papel clave en la decisión de si es necesaria este tipo de infraestructura o no, especialmente por motivos de mantener un alto estándar de seguridad (safety).
- Proyección. Una zona U-space tiene que poder ser útil por un periodo de tiempo más o menos largo y, por tanto, hay que hacer una reflexión profunda de qué necesidades tendremos y la evolución en cuanto a operaciones y crecimiento del ecosistema alrededor de dicho volumen. Se necesita recurrencia, ya sea cada cierto periodo de tiempo o día a día. Si tenemos un pico de vuelos en un momento determinado (un evento, unas campañas de vuelos de I+D o una campaña de vuelos por inspecciones de tejados, etc.) existen fórmulas que simplificarían el proceso, como pedir una segregación temporal de espacio aéreo y desplegar algún software que ayude a monitorizar estas operaciones, siempre que tengan una complejidad suficiente que justificase un despliegue.
- Ecosistema. La zona donde se decida implementar tiene que contar con usuarios que impulsen y sostengan las condiciones y servicios especiales asociados a la seguridad del tráfico de drones. Como mencionaba en el punto anterior, tener una proyección de uso futuro es esencial, y para ello hay que tener un tejido industrial, operativo y público que fomente el desarrollo del ecosistema que se encargará de que el despliegue, con todo lo que conlleva, tenga sentido. Esta condición de zona U-space debería ser, además, un revulsivo para el propio ecosistema y permitir un fortalecimiento del mismo.
- Promotores. “Se busca mecenas, promotor comprometido que quiera desplegar U-space y ayudar a crear oportunidades para el desarrollo y potenciación de su ecosistema”. Los promotores serán piezas clave para conseguir aterrizar las necesidades de sus regiones y sacar partido de los beneficios intrínsecos del despliegue. El promotor puede ser una figura pública (Policía local, Ayuntamientos o autoridades de infraestructuras públicas) pero también privada, como propietarios de zonas industriales. Este promotor deberá tener un plan, ver los beneficios aportados y apostar por el despliegue, dando incluso soporte financiero en fases iniciales con vistas a un retorno futuro una vez la demanda y el ecosistema crezcan.
¿Cuál es la situación actual en España?
Ya existen ciudades y regiones en camino de ser las primeras zonas U-space. Galicia, con A Coruña a la cabeza; Zaragoza, la Comunidad Valenciana, Madrid, Sevilla, Fuerteventura, Jaén, Cataluña o Navarra, por nombrar sólo algunas, están ya trabajando en generar un ecosistema que sostenga estas zonas.
Este trabajo es una de las acciones que se llevarán a cabo en el marco del proyecto U-ELCOME en el que tengo el placer de trabajar desde el centro tecnológico ITG. Es uno de los principales proyectos Digital Sky Demonstrator (DSD) impulsados por la Comisión Europea y sus resultados aún tardarán un tiempo en poder verse, pero existe una certeza: habrá zonas U-space en España y serán útiles para todos nosotros si las desplegamos con un plan y sin dejarnos llevar por la búsqueda de ser la portada de informativos y periódicos.